viernes, 9 de septiembre de 2016

Rubia.

Puso su vida en manos de la rubia y sus pasos seguían las luces de neón. Encalló en barras llenas de corazones vacíos y sus labios besaban la espuma cortándose a cada trago.
Sujetaba con fuerza el vaso, suspiraba y jugaba con cualquier servilleta mientras pensaba en escribir sus últimas palabras encima del "gracias por su visita." Y es que eso fue su vida, una visita al cielo que cambió por una habitación con vistas al infierno. Buen lugar para convivir con sus demonios, mal lugar para remendar sus alas.
Mantenía la sonrisa intacta durante las primeras horas, pero alcohol pronto ahogaba su alegría en vez de sus penas. Sobreviviente en su propio naufragio, convencido de ser dueño de sus vicios, tentaba a la suerte y se dejaba llevar, hasta que la vida se cansó de darle oportunidades y le echó el freno de golpe. Quizás él buscaba el final pero la cobardía sólo le dejaba avanzar hacia el a pasos cortos o quizás sólo era un niño inconsciente disfrazado de adulto cabal.

Ya no importan los motivos ni razones, ya no importa porque se dejó matar, solo importa que los bares no le lloran y soy yo quien se necesita remendar.