miércoles, 1 de junio de 2016

Antes lloraba por mujeres, ahora lo hago por ti.

La muerte te invitó a bailar y te fuiste para siempre y yo aquí, buscándote en los restos de mi ruina, curándome las heridas a las que siempre echan sal...
Y te juro que he intentado levantarme de un salto, que te sientas orgulloso de mis pasos pero, papá, no puedo soportar tanto silencio cada vez que quiero hablarte y sólo me escucha tu recuerdo.
Mándame la llave de la puerta de tu cielo, que subo hasta las estrellas para decirte esos te quieros que por el ruido de fuera se han quedado aquí dentro. Tan dentro que se clavan y desangran, son demasiadas palabras las que tenía guardadas para ti y que al final no fueron nada...

Se rompieron los pilares de mi vida, mis salidas de emergencia, mi reflejo en el espejo. Se rompió mi mirada, mi gesto, mi alma y ahora odio todas las calles que llevan hasta tu casa pero no hasta ti.
Fuiste luz sin yo saberlo, fuiste mi faro sin quererlo. Te fuiste y yo me quedo.
Te fuiste y yo ni quiero ni puedo aunque debo.

Desde entonces, en cada esquina de mi vida, miró hacia atrás primero, por si vienes y me dices que no es el camino bueno, por si vienes como el viento y me empujas de nuevo.


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