sábado, 5 de marzo de 2016

Un rey de corazones y doce reinas de nada.

Me prometiste noches eternas y desayunos entre caricias cada amanecer. Juraste mil veces que yo era la única dueña de tus besos y que jamás te habías sentido tan bien. Me conquistaste poco a poco y es que nadie es capaz de resistirse a tus encantos. Colocaste una venda en mis ojos y yo era incapaz de confiar en algo que no saliera de tu boca.
Caminaba segura y feliz de tu mano. Conseguías que me creyera la reina de una ciudad que en realidad nunca me perteneció.

Un día dejé de volar en tu cielo y aterrizé de golpe en la realidad.

Me cosí entre lágrimas cada una de mis heridas, remendé la armadura que tú conseguiste romper y mi mirada cambió para siempre. Ahora no sé que hacer con todas tus mentiras. Quizás confeccione un chaleco antibalas para la próxima vez. Pero, mientras decido que hacer con todas las puñaladas, voy a pintarme una sonrisa en la cara y a fingir que ya no duelen los te quieros que me susurrabas. Esos que le gritabas a otras y que yo escuché demasiado tarde.

Lo más triste de todo, es el haber dando tanto a quien se lo daba a tantas y descubrir que la ciudad tenía por lo menos una docena de reinas que paseaban seguras de tu mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario