domingo, 7 de febrero de 2016

Perdiendo el norte, encontrándote a ti.

Tengo grabado en mi mente el mapa de tu cuerpo, el recorrido de tu casa y los pasos que separan el sofá de la ventana.
Tengo grabado a fuego tus besos y caricias, contados tus lunares y grabados bien dentro todo lo que me hiciste (haces) sentir.
Sigo pensando que las mañanas son más tristes desde que no me despiertas y es que no hay nada más dulce que tus labios para retomar el sueño.

Miro fotos, sonrió y recuerdo. Que bonito es el norte cuando te tratan bien.

Todo tiene más color desde que apareciste en mi vida y las fuerzas flaquean menos desde que he probado tus abrazos.
He de reconocer que llevo días pensando en el futuro y que deseo coleccionar momentos a tu lado.
También reconozco que le temo a cada uno de los kilómetros que nos separan, que le temo al reloj y a cada uno de los minutos que no puedo estar contigo y, porqué no decirlo, le temo también al viento. Ese viento que arrastre tu sonrisa a otra cama, a otra chica, a otros besos, y pisotee lo nuestro como si de una historia cualquiera se tratara.

No quiero ser papel mojado entre tus dedos, no quiero que seas arena que se me escapa de las manos en el peor momento. Quiero que seamos, que estemos y que no existan más amaneceres si no es con tu cuerpo desnudo enredado en la cama.

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