miércoles, 24 de febrero de 2016

Una despedida sin adiós.

Alguien me dijo una vez que nunca le dijera adiós. Decía que sonaba demasiado triste, que parecía que nunca más nos íbamos a volver a ver. Yo le reprochaba que sólo era una palabra, que no importaba, que eso no significaba el fin.

Desde entonces he vivido despedidas en la estación sin saber cuando iba a volver a ver a la persona que se quedaba en el andén, he sufrido otras que no se produjeron pero que deberían haber ocurrido. También me he encontrado con despedidas a medias, de esas en las que no quieres hacerlo y, al final, sólo se quedan en un intento de dejar atrás.
Pero, sin duda, las despedidas que más duelen son en las que no existe un adiós. No hay nada más triste que perder a alguien para siempre y que la vida no te de la oportunidad de decir cuanto le vas a echar de menos.

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