martes, 9 de febrero de 2016

Y ahora, olvid-arte.

La inspiración se posó en tu boca. Escribí los mejores versos entre tus piernas y cada caricia a media luz componían una melodía perfecta.
Recité en tu paladar todos mis poemas y pinté cada constelación en tu espalda desnuda, como si fuera necesario retocar un cuadro perfecto.
Fotografíe todas tus sonrisas y las guardé en mi colección de "maravillas del mundo."
Y, de repente, un suspiro. Un suspiro que significaba el fin y la quema de todo el arte.
Hicimos magia, lo fuimos todo, pero no lo suficiente como para que decidieras quedarte.

Ahora soy poeta de medianoche, que cierra bares apestando a humo y pasado. Soy aquel que vaga por las calles peleándose con las sombras y que golpea cada farola con la rabia y la frustración de quien apostó todo a una carta y perdió.

Ya no verás sonrisas en mi rostro, ni poemas de amor esparcidos por los muros de una ciudad que un día gobernamos juntos.
Ahora sólo quedan los restos de una cena para dos, velas apagadas en la mesa del salón y mi mirada rota y ciega de dolor sumergida en el vidrio.

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